Querida yo,
¿Qué tal pequeña? Perdona que haya tardado en hablar, mejor dicho, perdona por no haberlo hecho nunca. Sé que no hay excusa, lo siento. Sí lo sé, ha tenido que pasar una pandemia para hacerlo, pero créeme más vale tarde que nunca. Es verdad que también te escribo después de haber aprendido a hacer pan de masa madre, un par de tartas, dulces y haber organizado el baúl de los recuerdos donde he encontrado todas las cartas a tus amigas del instituto y algunas notas de la ESO. Esta conversación tendría que haber sido mucho antes de todo esto, lo sé, pero no es nada fácil para mí. No es fácil volver a una época tan difícil y en la que estás sufriendo mucho. Sé que estás confundida, enfadada, triste y a veces avergonzada. Te ahogas y no sabes por qué. Tranquila, lo vas a saber, o eso intento la verdad. Bueno, también sé que me vas a matar porque esta carta es pública, pero es para que sepas que todo lo que te sucede no es una situación individual. Mucha gente como tú, que se parecen a nosotras, que son como nosotras, les está pasando lo mismo.
Sé que lo estás pasando mal, pero escúchame todo lo que pasa a tu alrededor, todo lo que te agobia, todo lo que eres o lo que te hacen creer que eres no es tu culpa. Cada vez que han hecho una broma con el acento marroquí, las costumbres o el islam y no te has reído o te has reído por presión y luego te has sentido mal. No se debe a que no tengas sentido del humor es porque se ríen de unas personas con las que tienes un vínculo. Somos personas que hemos sido clasificadas en un grupo que ha sido deshumanizado, inferiorizado y estereotipado para afianzar una superioridad occidental que ha favorecido y expoliado la tierra de donde nacieron nuestros padres. La colonización marcó un antes y un después para la mitad de este mundo. Nosotras formamos parte de esa mitad que ha visto su destino truncado. La expansión de la “civilización”, la “democracia” y las intervenciones para “liberar a la mujer” han tenido consecuencias fatales en muchos pueblos y naciones que se ha traducido en miles de muertes, dictaduras, empobrecimiento, desigualdades, violencia, discriminación y odio, mucho odio.
La colonización marcó un antes y un después para la mitad de este mundo. Nosotras formamos parte de esa mitad que ha visto su destino truncado.
El odio que vives cada vez que en el transporte público nadie se quiere sentar al lado de mamá y de ti. El odio que cada vez ganas un juego en el recreo se te “felicita” con un “mora de mierda”. El odio que cuando hablas en alto sobre tus pensamientos de lo que pasaba a tu alrededor se te “pregunta” por qué no hablas de Marruecos. Sí, esa frase que te remueve la ira por dentro y te resientes porque no sabes cómo gestionarlo. ¿Sabes por qué te enfadas? Porque te colocan en el sitio en el que creen que debes estar: fuera. Porque no eres de aquí, porque no tienes derecho a hacerlo, porque eres mora. Porque tu lugar es obedecer y agradecer que aun siendo de “allí” te dejan estar aquí. Y ese odio pequeña no es más que racismo.
No fue culpa tuya aquella vez que saliste llorando de clase después del 11S. No tienes que demostrar las 24 horas del día que eres buena, amable, abierta, moderna, civilizada y libre. Tienes que serlo sin pedir permiso, sin temerlo y sin demostrar. No dejes que te diluyan en el imaginario de un “ellos” al que ni tú ni los tuyos habéis pertenecido sino que os han encasillado. No te sientas avergonzada por lo que eres porque si lo haces habrás aceptado la condena. Vuela libre, siéntete orgullosa, conócete y conoce a los tuyos. Derrumba el muro de la integración, asimilación y aceptación porque te aislará en el No Ser. Que no te engulle la obsesión de ser aceptada para conseguir como propina “tú eres diferente, no eres como los demás”. Pequeña, es una trampa, no te lo creas, es un falso alivio. No serás respetada, aceptada y libre hasta que los tuyos sean aceptados, respetados y libres. Allí fuera hay mucho odio, pero no te odies a ti misma. No te rindas al odio ni hacia ti ni a los demás. Nuestra resiliencia reside en el amor y el respeto hacia nosotras mismas y los demás. Sólo así podremos llegar al cambio y a un futuro mejor.
Tu origen, tu esencia, tu existencia, tus creencias, tu vida y tu cuerpo no se debate, no se aprecia o menosprecia, no se legisla, SE RESPETA.
No sé si esta carta te haya ayudado o te haya perturbado más. El camino es largo y no es cuestión de dos días. Todo lo que estás viviendo me sigue pasando ahora con unos años más. Sólo quería volver para abrazarte para decirte que eres maravillosa, que lo estás haciendo genial, que no esperes migajas de aceptación y que te quieras como nadie porque allí reside nuestra gran fuerza.
Por cierto, no te preocupes porque el acné va a desaparecer. Me queda alguna marca pequeña pero no te preocupes, es un proceso normal por el que pasa un montón de gente. Por eso hoy te venía a hablar de las otras cicatrices y marcas que no son normales. Las que nos ha dejado el racismo. Un proceso antinatural por el que no pasan todas las personas y que seguimos sufriendo hoy.
Un abrazo fuerte pequeña. Hasta siempre.
Yo